
ya que ella sonreía sin sorpresa convencida de que un encuentro casual era lo menos casual en esta vida. Estrellas amarillas moviéndose en una jalea de terciopelo, saltos rojo de humor y de las horas. Ingreso a un mundo, un mundo donde te movías como un caballo de ajedrez, que se se moviera como una torre, que se moviera como un alfil.
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